Históricamente en la industria tecnológica las mujeres tuvieron una inserción comparativamente menor, debido a la desigualdad de oportunidades (brechas educativas, discriminación en la contratación, asimetrías salariales, dificultad para conciliar trabajo y vida familiar, ausencia de políticas inclusivas y más); y a una serie de prejuicios y estereotipos falsos que las mantuvieron alejadas de los ambientes “techies”.
Gabriela Castillo, coordinadora de la Fundación Ingeniosas, de Chile, lo explica de esta manera: “Existen diferentes factores que inciden en la motivación hacia STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y las vocaciones en estas carreras. En primera instancia hay un prejuicio social de que estas carreras son masculinas, y debemos cambiar esa percepción, ya que las carreras no tienen género. Por otro lado, faltan modelos femeninos en estas disciplinas. Hay historias emblemáticas de mujeres del pasado y del presente que deberíamos mostrar como casos reales y concretos, con el objetivo de acercarlas y permitirles identificarse con ellas”.
Camino por recorrer
En los últimos años se observan avances en la participación femenina en el rubro de la tecnología, aunque a paso lento. Todavía queda mucho camino por recorrer para lograr la equidad. En promedio, en América Latina, sólo un tercio de las carreras STEM están ocupadas por mujeres. Y en tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial (IA) y el aprendizaje automático, la participación es aún menor.
Como señala la UNESCO, las carreras STEM “están asociadas con habilidades cada vez más importantes y valiosas, como la resolución de problemas complejos y el pensamiento analítico y crítico. Además, los graduados de estas especialidades están mejor remunerados que los de otros campos y la brecha de ingresos entre hombres y mujeres en el mercado laboral es menor”. Sin embargo, los datos de esta organización indican que para 2019 la tasa global promedio de investigadoras era solo del 29%, y apenas el 35% de estudiantes STEM en educación superior eran mujeres.
Cerrar la brecha
A pesar de los avances significativos, las mujeres aún representan una minoría en el campo de la tecnología. En América Latina, la disparidad es evidente: mientras que el 58% de las personas que completan sus estudios de grado y maestría son mujeres, solo el 20% elige carreras de ingeniería y el 32% opta por profesiones relacionadas con tecnologías de la información y comunicación. Estas cifras son aún más preocupantes al observar que en países como Argentina, seis de cada diez estudiantes universitarios son mujeres, pero apenas el 15% elige ciencias aplicadas y programación.
A nivel de educación superior, las mujeres ocupan solo el 34% de las matrículas en Argentina, el 25% en Chile, el 30% en Brasil y el 38% en México. Un estudio realizado por Movimiento STEM en colaboración con la UNICEF y la OIT en México reveló que el 70% de las empresas no logran encontrar el talento que buscan, y parte de este problema radica en la falta de inclusión de las mujeres en el campo STEM. La investigación destaca la importancia de abordar los desafíos culturales y sociales que perpetúan esta brecha de género, señalando la presión social, las expectativas tradicionales de género y la falta de representación positiva de las mujeres en STEM como factores clave a abordar.
Cerrar la brecha de género y promover condiciones más equitativas en la industria tecnológica no solo es una cuestión ética, sino también una necesidad para impulsar el desarrollo sostenible y diversificar los enfoques en un sector donde la presencia y el aporte de las mujeres son fundamentales. En este sentido, es alentador observar que en Teclab estamos presenciando un aumento en la cantidad de mujeres inscriptas en nuestras carreras de Data Science, Quality Assurance, Programación, Cloud Administration, Redes Informáticas y Seguridad Informática.
Este cambio refleja una tendencia positiva en donde las mujeres asumen un papel más destacado en las carreras STEM: lo que beneficia a la industria tecnológica y a la sociedad en su conjunto al aprovechar plenamente el talento y la diversidad de perspectivas que estos talentos aportan. Es un paso crucial hacia un futuro donde la igualdad de género y la excelencia en tecnología vayan de la mano, impulsando así un mundo más justo y evolucionado.