El regreso de El Eternauta como serie de Netflix no es solo un homenaje a una obra clave de la historieta argentina. Es también una excusa poderosa para hablar del presente, de lo que nos moviliza, y de lo que (todavía) podemos construir.
Porque, aunque se trata de ciencia ficción, El Eternauta toca fibras reales: la amenaza de lo desconocido, la incertidumbre que lo atraviesa todo, y sobre todo, la idea de que nadie se salva solo.
Tal como lo plantea Andrés Pallaro, experto en Análisis Sistémico y Divulgación de Tendencias, en su artículo “El Eternauta y las narrativas para construir futuros” publicado en el portal Infobae, lo que hace tan potente a esta historia no es solo su argumento, sino su capacidad de recordarnos que, incluso en medio del caos, la acción colectiva puede abrir caminos.
“El Eternauta no es solo una historia sobre sobrevivir, sino sobre cómo salimos adelante cuando nos juntamos con otros.”
En tiempos de algoritmos, la historia todavía importa
Vivimos rodeados de data, automatizaciones, IA y productividad. Pero, en medio de todo eso, necesitamos relatos que nos ayuden a entender el mundo, conectar con otros y no perder el sentido.
Las buenas narrativas no imponen respuestas: amplifican miradas.
Y eso es lo que logra El Eternauta. Habla de un futuro distópico, sí. Pero también de empatía, de la capacidad de cooperar, de esa fuerza que aparece cuando alguien elige quedarse para ayudar, aunque tenga miedo.
“La historia no la escriben los héroes solitarios. La cambian las decisiones pequeñas de personas comunes que actúan juntas.”
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¿Qué tiene que ver esto con nosotros?
Todo.
En un mundo donde los cambios son rápidos y las respuestas no siempre están claras, necesitamos más que certezas: necesitamos herramientas para movernos con dudas.
Y en Teclab creemos que esas herramientas no son solo técnicas. También son humanas.
Trabajamos con tecnología, sí. Pero también con ideas, con creatividad, con pensamiento crítico, con la capacidad de entender contextos complejos y actuar con propósito.
Porque formar profesionales no es solo enseñarles a usar una plataforma. Es darles perspectiva para que puedan diseñar su lugar en un mundo en transformación.
El futuro no se adivina. Se construye.
Narrativas como la de El Eternauta nos invitan a hacer una pausa. A imaginar otro rumbo. A volver a pensar cómo queremos vivir, trabajar y colaborar.
Y eso, más que nunca, es lo que necesitamos.
No hay respuestas únicas, pero sí hay algo que podemos hacer: entrenar nuestra capacidad de pensar en colectivo. De combinar lo técnico con lo humano. Lo práctico con lo posible.
En ese cruce, aparece algo poderoso: la capacidad de cambiar lo que viene.
